Los amores son como el café. Esta él solo, puro, negro, el profundo, el que te deja ese sabor de boca, el que amarga. El cortado, con poca leche. Y el descafeinado, el que la mitad es leche, y la otra café. Para mí el mejor. Así deberían de ser todos los amores, descafeinados.
lunes, 11 de junio de 2012
Wait a moment, think
Lo que antes se asemejaba al zumbido de una mosca, ahora suena cual llanto de un niño pequeño, solo, hambriento y congelado... en efecto, el despertador estaba sonando. Sin saber muy bien por qué, te levantaste a desayunar, para luego marcharte y por fín, recorrer unos kilómetros en coche hasta llegar a aquel lugar donde pasarías las próximas 12 horas. A desgana te movías de un lado a otro, con una sonrisa forzada que detrás escondía más de lo que la gente podría llegar a imaginarse. De vez en cuando, entablabas conversación de tal vez 1 ó 2 minutos, pero en seguida tenías que volver, siempre tenías que volver. Parecía increíble, pero aquellas 12 horas que se avecinaban a las 8 de la mañana insufribles, ya habían pasado, nada hasta mañana. Ahora tocaba descansar, después de poner tanto café y aguantar críticas de gente que, supuestamente, no tiene nada mejor que hacer, venía la tranquilidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario